Si bien las prácticas de sanación han sido tratadas principalmente desde la esfera individual, es interesante considerar este concepto en una dimensión colectiva.
Desde un punto de vista tradicional, las personas enferman cuando pierden su equilibrio o armonía con la comunidad de la vida. Cuando esto sucede a nivel colectivo emergen grupos y sociedades que enferman.
Las culturas (que son una consciencia colectiva basada en creencias compartidas) enferman de un modo similar, generando y transmitiendo prácticas culturales que reproducen lo no-sano.
Este “nivel” de la consciencia colectiva también requiere ser sanado. ¿Son sanas nuestras actuales prácticas culturales? Esta es una buena pregunta. Las culturas enferman y desfallecen cuando son sometidas a la hostilidad de un poder hegemónico externo a ellas. O cuando literalmente son infectadas por agentes patógenos para los cuales no poseen anticuerpos. O si son avasalladas mediante una tecnología que no comprenden y, quizás, admiran. O cuando ellas mismas se hipertrofian y contraen su capacidad crítica y de auto-regulación.
En el caso de nuestras culturas originarias de América, éstas padecen una larga enfermedad de 500 años, cuyos síntomas son la pérdida de sus territorios, tradiciones, lenguaje, cosmogonías, sentido de pertenencia, vitalidad productiva, y muchos otros.
¿Qué rol puede jugar la meditación comunitaria en la sanación de todo esto?
Uno muy grande, si se la articula con los propios factores de sanación que aún palpitan en esas mismas culturas desfallecientes.
La meditación comunitaria se arraiga en el concepto de comunidad; desde ya restablecer una experiencia de comunidad es sanador por sí mismo. Si sobre este sustrato comunitario articulamos o “plantamos” los mitos y ritos de sanación de los pueblos originarios el resultado es poderoso.
El mito de la sanación está presente en todas las culturas, y no son una excepción las andinas, por cierto. A modo de ejemplo, uno de nuestros mitos ancestrales es que los Apus de las montañas nos pueden proteger y sanar.
Trabajemos con esta idea en el contexto de nuestras meditaciones comunitarias: recordemos a los Apus, invitémoslos y estemos con ellos-ellas. Nuestra humanidad difícilmente accederá al buen vivir si no nos hacemos cargo de nuestras heridas culturales, cuyas penas y rabias están apenas unos metros bajo nuestras calles de cemento.
Alfredo Molina (2019)