La actual pandemia configura un escenario de brusca interrupción de nuestros hábitos personales y colectivos. El “piloto automático” del sistema salta hecho trizas y, por semanas que ya son meses, experimentamos el desconcierto de detenernos.
Vale la pena, creo, recordar a Neruda y su poema “A callarse”. Aquí, su sorprendente invitación conlleva la esperanza de un cambio radical:
“Ahora contaremos doce
y nos quedamos todos quietos.
Por una vez sobre la tierra
no hablemos en ningún idioma,
por un segundo detengámonos…”
“Si no pudimos ser unánimes
moviendo tanto nuestras vidas,
tal vez no hacer nada una vez,
tal vez un gran silencio pueda
interrumpir esta tristeza,
este no entendernos jamás
y amenazarnos con la muerte,
tal vez la tierra nos enseñe
cuando todo parece muerto
y luego todo estaba vivo.”
Es, desde ya, una gran noticia que el habitus pueda ser perturbado o modificado; es decir, que la propuesta nerudiana pueda materializarse en un plano de realidad distinto del poético. En este sentido, me parece que esta pandemia trae escondida una bendición; concretamente, la posibilidad de un aprendizaje colectivo para un salto de consciencia a nivel de especie.
Es paradojal -y quizás difícil de asimilar- que un evento que causa un enorme sufrimiento social pueda ser fuente de un aprendizaje tan significativo. Sin embargo, esta clase de paradoja (sufrimiento=aprendizaje) ya la hemos experimentado como humanidad incontables veces. No creo necesario abundar en ejemplos.
Nuestra oportunidad de aprendizaje me parece asociada al inter-ser que se constituye cuando muchos seres humanos intencionamos lo mismo, al mismo tiempo, en muchos y diversos territorios de nuestro planeta.
Sin duda, recién estamos descubriendo el abecedario de la consciencia colectiva, y los primeros pasos que podemos dar en esa dirección deberían ser muy simples.
¿Qué tal si partimos intencionando: “Que nuestros abuelos y abuelas tengan paz”? Este es un buen momento para agradecerles; quizás, aquellos que tengan que partir lo hacen aportando a una causa indispensable.
Alfredo M. (abril 2020)